viernes, 28 de agosto de 2009

Siegfried in Vulcano's forge / Sigurd in die Schmiede des Vulkanus


Sigfrido siempre estuvo en la fragua equivocada:

En un principio creí hallar consuelo dando muerte al asesino de mi padre. Me bañé en su sangre, remojé la afilada hoja de mi espada una y otra vez en el espeso líquido, y di buena cuenta de sus vísceras, hasta hacerme invencible.

El Dragón que sólo aceptaba vírgenes como ofrenda yacía abierto en canal ante mi. Vírgenes le ofrecí, pero no encontró alivio.

Tras meses vagando, acudí al río (laguna) Estigia, y me zambullí en él para intentar cruzar al otro lado, donde viven los rusos, todos ellos muertos con sus seis (6) declinaciones. La feroz corriente me impidió llevar a buen término mi empresa, y una extraña vorágine de sensaciones me atrapó de nuevo.
Desperté cientos de kilómetros aguas abajo, donde el buen herrero Vulcano estaba a punto de explotar. Así sea.

Miles de personas se consumieron por las llamas del Dragón, y los cuerpos de otras tantas flotan hoy en las aguas del inframundo.

Al fin conseguí lo que tanto tiempo había buscado: bisturí, espejo, tenazas.

PD Tened cuidado con las inercias, y con las hojas de tilo.

Tiren ese hombre al agua, pero con bolsa en la cabeza, que no somos elefantes.

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